27.04.2016
Conversaciones, llamadas telefónicas, sirenas, timbres, camillas… todo ello y mucho más forma parte del día a día de un hospital o centro de salud. Son ruidos producidos por su actividad cotidiana pero ¿tienen alguna consecuencia en la salud de pacientes y profesionales?, ¿son siempre inevitables?, ¿de qué forma podríamos reducir su intensidad?
Con motivo del Día Mundial sin Ruido, hemos preguntado a 10 personas de diferentes perfiles acerca del ruido que nos encontramos en los centros de salud y los hospitales. De esta forma, nos adherimos a la campaña #sanidadSINruido que impulsan los amigos de #FFpaciente, y que busca concienciar sobre el impacto que el ruido puede ocasionar en las personas.
Compartimos con vosotros las principales conclusiones.
- El ruido es necesario para el funcionamiento del centro sanitario pero es excesivo. La mayoría de participantes consideran que el nivel de ruido es medio-alto (3,5 en una escala del 1 al 5), es ligeramente superior en hospitales que en centros de salud y está especialmente injustificado en horario nocturno.
- El ruido retrasa la curación y mejora del paciente, dificultando el descanso y el sueño, y condicionando la sensación de bienestar. Influye en el estado anímico y tiende a generar al paciente nerviosismo e intranquilidad que puede producirle reacciones de irritabilidad. El familiar también puede verse afectado de igual forma.
- Un nivel alto de ruidos también afecta a los profesionales del centro sanitario. Es un factor estresante con consecuencias en la concentración y la comunicación. Incluso contribuye a generar lapsos en la memoria a corto plazo. Todo ello puede repercutir en la seguridad del paciente.
- El principal causante son las conversaciones que se produce en consulta, salas de espera, pasillos, habitaciones, etc. Este ruido es comprensible ya que es consecuencia de la necesaria comunicación entre profesionales y usuarios, si bien se señala el alto volumen de voz como un factor especialmente molesto, más cuando se produce en determinadas horas y zonas del centro. Es necesaria mayor concienciación al respecto, establecer espacios sin ruido, y adecuar las instalaciones al flujo de personas para evitar masificaciones y lograr el máximo aislamiento sonoro posible.
- El teléfono móvil es el segundo factor destacado de ruido a consecuencia de los tonos de llamada y mensajes. Es una herramienta muy beneficiosa para pacientes y profesionales cuyo impacto sonoro podría reducirse restringiendo su uso a determinadas horas y zonas, o empleando el modo vibración o un tono de volumen bajo.
- Los elementos sonoros como las alarmas, sirenas, megafonía o llamadas a consulta constituyen el tercer motivo de ruido en los centros. Es fruto del propio desempeño de la actividad pero se podría reducir su impacto si se adecuara a los horarios y necesidades del paciente.
- El tránsito de camillas o carros con material contribuye a aumentar el nivel sonoro. Y de igual forma se señala a los aparatos de ventilación, los ascensores, las escaleras mecánicas y las pruebas diagnósticas como fuentes de ruido en los centros. Se propone una actitud proactiva por parte de la gerencia y los profesionales para detectar los factores perturbadores del silencio para subsanarlos y, de igual modo, considerar el ruido de estas tecnologías como un factor en el proceso de compra.
- Reducir el ruido pasa por identificar las zonas donde más se produce e investigar cuáles son los causantes del mismo. La figura del ingeniero acústico podría ayudar a aminorar el impacto que produce y a planificar nuevas instalaciones o renovar las existentes considerando también la contaminación sonora.
- Es fundamental realizar una revisión de procesos y rutinas del centro en función de los horarios y mantener los principales focos de ruido (cafeterías, áreas de alto nivel de concentración de personas, elementos sonoros, etc.) lejos de zonas de reposo, cuidados y hospitalización.
- La educación y la concienciación tanto de profesionales como de usuarios son la clave para disminuir el nivel de ruido en los centros sanitarios. Debemos ser conscientes del ruido que ocasionamos y de sus consecuencias, y modularlo en función del contexto. La gerencia de los centros puede contribuir a esta concienciación a través de campañas o sesiones formativas entre los profesionales.
¿Qué opináis? ¿Compartís estas reflexiones? ¿Se os ocurre alguna medida más para reducir el ruido? Compártelo utilizando el hashtag #sanidadSINruido.
Muchísimas gracias a los 10 amigos que se han sumado a #sanidadSINruido y que nos han ayudado con este decálogo frente al ruido en los centros sanitarios:
Carlos Abanades (voluntario hospitalario y paciente), Loreto Carmona (investigadora), Zulema Gancedo (enfermera), Daniel Gil (trabajador social), Andrés Jerez (hematólogo), Ángel López (médico de Atención Primaria), Raquel Nieto (asociación de pacientes), Luis Miguel Pérez (paciente y Ldo. en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte), Ariadna Torres (psicóloga), Caterina Valls (pareja de paciente).